Cada fotografía es una forma de delimitar nuestra existencia a un momento concreto. El pasado nos intriga, sabemos que hay espacios en sombra que nos obligan a sentir la nostalgia como única vía para participar de la soledad de otros. Tal vez por eso Lauren Spencer King eligió el dibujo, porque es su forma de flexibilizar los márgenes. A todos los que disfrutan revolviendo en librerías de segunda mano y en los puestos de mercados de pulgas, no os extrañará que alguien como ella cree un vínculo con las imágenes a tráves del trazo.
Las fotografías antiguas nos conceden el poder de no estar obligados a concretar nuestra presencia en el paisaje, somos una ausencia, aquellos bosques, habitaciones, aquel desierto, pertenece a otros y tal vez por eso resulta fácil no estar obligados al respeto que si sentimos ante nuestros álbumes familiares. Lo ajeno nos permite identificar la imagen, obligados a pactar con las distancias, sobrevolamos lo que nos rodea para aprender, porque sólo así es posible iniciar un diálogo entre el retrato y la atmósfera que lo envuelve. Lauren acude al trazo porque es la más bella forma de dar voz al entorno, porque el trazo contiene en su ejecución la certeza que nos confirma que es posible formar parte del pasado si encontramos la manera de darle continuidad en el presente.
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